El momento de la vida, las circunstancias personales, las
condiciones de salud o de enfermedad influyen en el modo de relacionarse con la
comida
¿Quién no ha rechazado un dulce de chocolate por estar
"a dieta"? O todo lo contrario: ¿quién no ha comido más chocolate de
la cuenta cuando ha recibido un disgusto? ¿A alguien le resulta sencillo
controlar la ingesta cuando tiene delante una caja de bombones, con variedades
de distintos sabores, colores y formas?
Identificarse con un tipo de conducta
alimentaria no es fácil. El momento de la vida, las circunstancias
personales, las condiciones de salud o de enfermedad influyen en el modo del
comer, en la forma de comportarse ante la comida, o en el uso de la comida como
una excusa para experimentar distintas emociones. A continuación se
reseñan las tres teorías principales para explicar nuestra manera de comer.
Tres teorías para explicar la manera en que comemos
Además del apetito, existen múltiples razones para comer -o
no comer- un alimento. Algunas están relacionadas con los "mecanismos
homeostáticos", esto es, con mantener un balance de energía y de
nutrientes.
Otras, en cambio, responden al sabor y la textura de la comida, o a
sentirse recompensado a través de los alimentos. Estas últimas forman parte de
los "procesos hedónicos y de incentivos". Es decir, del
placer y las emociones.
En la actualidad, hay tres teorías de la conducta
alimentaria que explican por qué comemos lo que comemos, si bien no es fácil
identificarse solo con una de ellas. El momento vital, las circunstancias
personales, las condiciones de salud o de enfermedad, o el grado de
susceptibilidad a estímulos externos influyen en que cada persona se vea
reflejada en alguna de estas teorías del comportamiento alimentario. Incluso
que las haya experimentado todas.
- Retención
cognitiva (tendencia a comer menos para controlar el peso). Este
tipo de 'autocontrol' sobre la comida puede tener su efecto negativo
cuando se aplica el mecanismo del "todo o nada". El psicólogo
clínico Esteban Cañamares, en su libro '¿Por qué no puedo adelgazar?
Causas psicológicas de la obesidad', explica que esta "actitud de
renunciar a conseguir parte por no poder alcanzar el todo de aquello que
se desea [...] es una actitud personal nada favorable a la hora de
conseguir y mantener un peso correcto". Más cuando está reconocido
por expertos en psicología y comportamiento alimentario el valor
simbólico de los alimentos como efecto positivo en la adherencia a
una dieta terapéutica. A esto se suma la existencia entre la población
general -y en particular entre quienes siguen dietas de adelgazamiento- de
numerosas distorsiones cognitivas relacionadas con los alimentos y el peso
corporal. Sin base fundamentada se restringe la ingesta de ciertos
alimentos como los frutos secos por temor a engordar; ciertas
frutas por su contenido en azúcares o el pan por considerarse un alimento
muy energético.
- Angustia
emocional (predisposición a comer cuando se está expuesto a emociones
negativas). La nutricionista Patricia Bolaños, un referente
en el estudio y tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria,
sostiene que muchas personas utilizan la comida "para aliviar emociones
negativas, como el estrés, la tristeza o la ansiedad". Una apetencia
desmesurada por los dulces, la tendencia continua al "picoteo" o
el desorden en el reparto de las comidas del día pueden esconder un
desorden emocional materializado en estrés, ansiedad, nervios y
altibajos emocionales. El diario alimentario puede ser la
herramienta de ayuda más eficaz para tomar conciencia de lo que se come y
ser consciente de la tendencia a comer ciertos alimentos en determinados
momentos y en determinados estados emocionales.
- Sensibilidad
a los estímulos exteriores (comer más cuando se está expuesto a estímulos
alimentarios relacionados con el apetito). El entorno influye
en las señales que envía el cerebro y que regulan el deseo de comer. En la
revisión sobre este tema firmada por el Departamento de Psicología de la
Universidad de Michigan se comprueba cómo varias señales asociadas con las
comidas influyen en la liberación de hormonas intestinales de control del
apetito y la ingesta, como la grelina y la insulina. Estas señales
gastrointestinales, por su acción dentro de los sistemas de regulación,
afectan tanto al consumo inmediato de alimentos como a la ingesta a más
largo plazo. Esto explica por qué ciertas situaciones (visitar un
establecimiento de comida rápida, ver un anuncio de alimentos en ciertas
horas del día, ver u oler un alimento tentador, la buena presencia de
un plato, la mayor variedad y oportunidad de elegir alimentos, etc.)
despiertan el deseo de comer.
No obstante, esta predisposición a comer más -o de una
manera más impulsiva- también se ve determinada por la afectividad que
despiertan ciertos alimentos, como la mayor o menor conveniencia de unos
alimentos u otros. Estos aspectos se tienen muy en cuenta a la hora de diseñar
las campañas de publicidad de diferentes productos, de comida rápida, etc. Es
tremendo el poder del "maquillaje" que se aplica a los alimentos para
hacerlos más apetitosos, para resaltar su color natural, o proporcionar un
color más vistoso, hasta el punto de que el potencial consumidor pueda
experimentar sin comer la gustosa sensación de "crujiente" al ver la
foto de las patatas fritas; sentir cómo el chocolate se "derrite" en
la boca y ver que las hojas de la lechuga del bocadillo vegetal están
"fresquísimas y turgentes".
La regulación del apetito, un mecanismo complejo
La regulación del apetito forma parte de un
complejo sistema de retroalimentación que controla el balance de energía e
implica una interacción múltiple de las señales de hambre y saciedad. Estas
señales son producidas, en su mayoría, en el hipotálamo (neuropéptido Y,
orexinas, péptido relacionado con agouti, hormona concentradora de melanina,
opiáceos endógenos y dopamina) y también en los órganos periféricos, como el
páncreas o el tracto digestivo.
En situaciones normales, las señales de hambre se expresan
durante situaciones de deficiencia de energía. No obstante, la complejidad de
la regulación de la ingesta explica cómo este proceso está influenciado por
otros factores externos, como visualizar una comida sabrosa, oler un plato
apetitoso, o disponer de mayor variedad de alimentos, entre otros factores, tal
y como se ha descrito.